Habrán leído o escuchado más de una vez la frase “todos somos espejos”. A mí personalmente me tomó un tiempo entender del todo este concepto. Si bien entendía teóricamente lo que significaba, tengo que admitir que no fue hasta que tuve un par de quiebres con ciertas personas, cuando realmente entendí de qué se trataba.
Una de las tantas definiciones dice algo como “lo que no me agrada del otro, no me agrada de mí mismo” o también se habla de “proyectar hacia otros algo que en realidad es nuestro”. En mi caso, yo trataba de interpretar y de tomar estas definiciones muy literalmente, sin darme cuenta, de que en realidad era más amplio que una simple definición sacada de Google.
A lo largo de mis 35 años (pero puntualmente en los últimos 5) fue cuando empezaron a pasar cosas que realmente me hicieron detener a pensar y a hacerme las siguientes preguntas “¿por qué me está pasando esto? ¿por qué esta persona llegó a mi vida? Nada mejor que explicar las cosas con un ejemplo concreto.
Hace unos años, me asocié con una amiga para iniciar un negocio. Esta amiga fue una especie de guía espiritual, porque nos conocimos cuando yo aún no había despertado la consciencia. Años después, cuando seguía en el proceso de la famosa “noche oscura del alma”, ella siempre estuvo para aconsejarme y guiarme. Entonces, luego de tantos años de amistad, decidimos invertir juntos en un negocio.
En menos de un año, todo se desmoronó. La amistad de casi una década se acabó y terminamos tomando caminos diferentes. El proceso que llevó a este quiebre fue bastante turbulento y no podía entender el porqué de todo lo que estaba pasando. La verdad es que uno nunca entiende por qué pasa lo que pasa, hasta que transcurre un tiempo y las cosas toman su curso. Miramos atrás y es como que todo tiene sentido.
“La vida solo puede ser comprendida mirando hacia atrás, pero debe ser vivida hacia adelante” (Soren Kierkegaard).
Cuando todo terminó con ella, pude ver con tanta claridad que había desarrollado una dependencia emocional en esa relación de amistad que teníamos. Esa dependencia emocional, actuaba como una especie de jaula. No encuentro mejor palabra para describirla, porque toda mi vida estaba sujeta a su aprobación. Ella se había convertido en mi guía, y al mismo tiempo, en la jueza de todo lo que pensaba, decía y hacía.
Por supuesto que no estaba consciente de eso y lo racionalizaba pensando “ella me ayudó en mis peores momentos, seguro va a ser para mejor si le escucho y sigo sus pasos”. Para no extenderme entrando en detalles, aprendí que la ley del espejo con ella me mostró lo siguiente. Estaba dependiendo de alguien para tomar decisiones, para ser guiado, validado y aceptado. No sabía aun lo que quería y dependía de ella para que me ayudara a solucionar todo lo que estaba enfrentando en ese momento. Tampoco podía poner límites, ni mucho menos verbalizar o hacer respetar mis opiniones.
Creo que tendemos a apegarnos a las personas, a veces por las heridas compartidas del pasado o porque es lo que necesitábamos en ese momento para aprender una lección. En ocasiones, hasta se vuelven parte de nuestra identidad, al punto que podemos llegar a perder nuestra individualidad. Algunas personas llegan a nuestra vida para quedarse, otras para mostrarte o enseñarte algo, y luego tienen que irse en paz.
El ejercicio que hago cuando no entiendo por qué me siento como me siento, cuando estoy teniendo una charla o una discusión con alguien, es el siguiente. Me imagino que la otra persona está atajando un espejo de cuerpo completo frente mío. Ese simple ejercicio, hace que, en vez de mirar hacia afuera, (culpando a la otra persona por hacerme sentir emociones que no quiero sentir) mire hacia adentro y pueda observar lo que tengo dentro mío, que está saliendo en ese momento.
- Me tocaron la bocina y me puse nervioso en el tráfico.
- Tengo que trabajar en la tolerancia y en la empatía.
- Estoy en una relación y siento celos.
- Tengo que trabajar en mi autoestima y amor propio.
- Perdemos la paciencia en una discusión.
- ¿Por qué realmente nos estamos alterando? ¿Qué dispara ese enojo?
Como lo dice el Kybalión “Como es arriba, es abajo; como es adentro, es afuera”. Es muy fácil actuar correctamente y estar en paz cuando nadie nos saca de nuestras casillas, cuando nos quedamos en nuestra zona de confort o cuando evadimos confrontaciones. Sólo cuando el piso se mueve y una situación te sacude, es que realmente sale lo que tenes dentro. Eso puede ser paz y tranquilidad, como así también enojo, frustración y a veces, hasta ira.
Creo que todos escuchamos alguna vez la expresión “saca lo peor de mi” cuando un amigo/a se refiera a su pareja actual. Es el perfecto ejemplo de cómo ciertas personas vienen a espejarnos lo que aún tenemos que trabajar y sanar. Creo que por eso aprendemos tanto de las relaciones tóxicas. Te atrapan y no te liberan hasta que aprendes lo que sea que tengas que aprender en un determinado momento. Se sufre muchísimo, pero se aprende en la misma proporción que se sufre.
El lado positivo de las personas reflejándonos constantemente lo que tenemos dentro, es que nos facilitan poder identificar lo que sea que tenemos que trabajar, poner las manos a la obra y tener relaciones más sanas a medida que avancemos en nuestro proceso evolutivo. No es fácil hacerse cargo y dejar de culpar a otras personas por cómo nos hacen sentir, pero la zanahoria siempre está al final de cada lección que nos presenta la vida.