¿Por qué nos pasa lo que nos pasa? Es una pregunta que nos llegamos a hacer, generalmente, cuando algo no tan agradable nos ocurre. A simple vista, parecería que algunos somos más afortunados que otros y que todo lo que ocurre en nuestro entorno es completamente aleatorio. Ahora bien, existen diferentes posturas con relación a este tema y puede llegar a generar un poco de controversia dar un punto de vista al respecto. De igual manera, este es mío.
Hace unos meses me puse a ver los videos de Jim Rohn. Un amigo me los recomendó y sinceramente, las charlas que daba ese señor valen cada segundo invertido. Explica con mucha elocuencia y humor que “todo le pasa a todo el mundo”. Da como ejemplo un día lluvioso, donde un vendedor se despierta y dice “hoy no salgo, el clima está horrible” y se queda en su casa. Mientras, otro vendedor despierta, mira el cielo y dice “que gran día para salir a vender, todos van a estar en sus casas con esta lluvia”.
Jim tuvo la habilidad de transmitir y hacer llegar un mensaje que, desde mi punto de vista, es extremadamente importante que entendamos. Con una simple analogía, plasma que la realidad es neutral, que depende enteramente de nuestra percepción y de las decisiones que tomamos, dónde terminaremos en el futuro. Todos los años, dice, vivimos la primavera, el verano, el otoño y finalmente el invierno. Es algo que nos ocurre a todos y nadie escapa de las estaciones.
Explica que todos experimentamos los veranos (tiempos de alegría y de goce) y los inviernos (tiempos de crisis o de escasez). Lo llama el ciclo de la vida, de alguna forma, y el mensaje es claro. Ser conscientes de que tenemos que aprovechar los buenos tiempos y exprimirlos al máximo (porque no van a durar mucho) y prepararnos para el invierno. Más que prepararnos, se trata de mantener siempre presente, de que eso también pasará. Tanto lo malo como lo bueno, pasará, todo es transitorio. Es la ley de la impermanencia, la piedra angular de las enseñanzas del budismo.
Un ejemplo de la vida real. Bajo un mismo techo, dos hermanos sufren el maltrato de un padre abusivo. Uno se convierte en alcohólico y termina muriendo en un accidente de tránsito, el otro canaliza toda su dolorosa infancia en fuerza y resiliencia. Se convierte en fisicoculturista, luego actor y gobernador de California. Esa es la historia de Arnold Schwarzenegger. Como lo ejemplifica James Clear en Hábitos Atómicos, “la misma agua que ablanda una papa, endurece al huevo”. Mismas circunstancias y realidad para ambos hermanos, diferentes destinos.
Podemos encontrar también historias de ciertas personas que triunfaron y terminaron dejando su granito de arena en el mundo. Personas que superaron las pruebas más difíciles que podamos imaginar.
- Nelson Mandela, pasó 27 años en prisión por motivos políticos, viviendo en condiciones inhumanas. Sale en libertad y se convierte en un símbolo anti-apartheid (segregación racial), como así también, en el primer presidente de color de Sudáfrica. Se le otorga el premio Nobel de la Paz en 1993.
- Louise Hay. Desde muy pequeña sufrió como su padre abusaba físicamente de ella y de su mamá. Luego, uno de sus vecinos abusa sexualmente de ella cuando tenía apenas 5 años. A sus 51, aproximadamente, le diagnostican cáncer cervical. Louise inicia un viaje interno de sanación y de perdón. Termina escribiendo y publicando más de 30 libros. Se la considera como la “chispa” de lo que sería hoy en día, la biodescodificación.
- Bethany Hamilton, atacada por un tiburón a los 13 mientras surfeaba, perdió un brazo en el incidente y semanas después estaba nuevamente sobre la tabla de surf entrenando sin parar. Terminó compitiendo a nivel mundial, escribió libros y se convirtió en una activista en la protección de los tiburones.
Creo que todos podemos estar de acuerdo, al decir que, cualquiera de nosotros hubiera caído en una profunda depresión si experimentaba algo similar a lo que vivieron estas personas y la gran mayoría se hubiese victimizado hasta el final de sus días. Obviamente, son ejemplos extremos, pero la idea al citarlos, es poder plasmar que no son las circunstancias las que definen a una persona, sino nuestra percepción sobre ellas.
Hoy en día, millones de personas experimentan: depresión, abuso de padres narcisistas, pasado violento, traumas, duelos, ataques de ansiedad y de pánico, inseguridad, baja autoestima, sobre peso, obesidad y enfermedades varias, entre otras cosas. Todos tenemos una historia y todos nos justificamos a veces con nuestro pasado “que nadie nunca va a entender”. Desde mi experiencia, cuanto más te pones a investigar y a sanar, más te das cuenta de que lo que te ocurrió a vos, es mucho más común de lo que pensabas.
Siempre hay alguien que va a estar peor que nosotros y podemos hacer la comparación hasta llegar a los niños de África, pero esto no se trata de compararnos hasta sentirnos mejor o para anular lo que sentimos, creyendo que no tenemos el derecho a sentirnos mal. Se trata de darnos cuenta, de que todo le pasa a todo el mundo y de que victimizarse, no te lleva a ningún lado. Es nuestro ego diciendo “no me merezco esto, yo no hice nada malo, es injusto”.
Es cierto, algunas personas la pasan mucho peor que otras, pero ya depende de cada uno hacer algo al respecto o no. Personalmente, una vez que me di cuenta de que todo lo que me ocurre, es lo que tengo que experimentar para mi evolución y que no soy una víctima de mis circunstancias, todo cambió. Vivía identificándome con el pasado y esperando que todo cambie para mejor. Aprendí después que nadie viene a salvarte, el camino se recorre sólo y nadie te lleva de la mano.
Cuando ocurre algo que me descoloca, cuando atravieso una crisis o cuando sencillamente no estoy bien, me ayuda hacerme las siguientes preguntas:
- ¿Por qué me está pasando esto? Desde un punto de vista analítico, no desde el victimismo.
- ¿Qué exactamente estoy sintiendo? Es importarte poder identificar las emociones que están manifestándose.
- ¿Qué me está queriendo mostrar esta situación? En honor a la verdad, hay ocasiones en la que no puedo ver la respuesta y se manifiesta luego de un tiempo. Ayuda repetir como mantra “suelto y confío” cuando las cosas se ponen difíciles o cuando cuesta sobrellevar lo que está pasando y parece no tener sentido alguno.
Estas preguntas me ayudan a poner en perspectiva lo que está ocurriendo, me sacan del modo víctima y me ubican como un observador de la película que estoy viviendo. Nuevamente, para ser completamente honesto, sigo cayendo a veces en el victimismo, porque es lo más fácil. Proyectar nuestros miedos, inseguridades, complejos y heridas que cargamos en otras personas, es muchísimo más fácil que hacernos cargo.
No somos tan especiales, porque lo que te ocurrió a vos, le ocurrió a millones de personas y continúa ocurriendo mientras lees este artículo. Al decir todo esto, no estoy minimizando lo que sea que te pasó. Al contrario, lo que quiero transmitir es que todos tenemos derecho a sentirnos mal y a que nos afecten cosas (que capaz a otras personas no) pero eventualmente, tenemos que hacernos cargo.
Como yo lo veo, tenemos dos opciones, dejamos que el ego tome el control y le echamos la culpa al mundo entero por todo lo que pasó y sigue pasando, o nos hacemos responsables de lo que estamos sintiendo. Si bien, el camino de la evolución se recorre sólo, eso no quiere decir que no podamos pedir ayuda, ni acceder a las herramientas que tenemos disponibles hoy en día. Hacerse cargo no es fácil, tampoco es divertido, pero te lleva a conocerte de una forma que no creías posible, y por sobre todo, te empodera y te hace libre.