Todo tiene sentido una vez que salimos de una relación. Para tu entorno, puede ser muy obvio que tu relación no iba a funcionar, que no son el uno para el otro y a veces, ni siquiera entienden por qué estás con esa persona. En cambio, los involucrados en el asunto, no lo ven con tanta claridad, y esa relación puede durar años o inclusive décadas. ¿Pero por qué nos quedamos con alguien que sabemos que no es para nosotros o que nos está haciendo mal?
Antes que nada, siempre dije y lo sostengo, no creo en los arrepentimientos. Si bien, hay tantas cosas que hubiera hecho diferente y que, admito, me cuesta a veces no arrepentirme, todo termina aclarándose más adelante. Lo importante es que esas experiencias te obligan a mirar hacia adentro y te muestran cosas que no sabías que tenías dentro.
A medida que vamos entrando y saliendo de relaciones, nos conocemos más. De esa forma, vamos atrayendo diferentes personas a lo largo del tiempo. Otra forma de ponerlo, sería que atraemos a la persona que tenemos que atraer, en un determinado momento o etapa de nuestra vida, para aprender una determinada lección. De ahí la frase:
“Algunas personas llegan a nuestra vida como bendiciones. Otras, como lecciones”
Creo que muchos tienen bastante claro que algunas personas vienen simplemente a mostrarnos algo de nosotros mismos. Un pequeño paréntesis (a modo de aclarar este punto antes de continuar), la atracción y la conexión son bastante reales a veces y podemos defender nuestra decisión de haber entrado a una relación o de mantener una, diciendo que nos gustaba muchísimo, que era genial, que hacía esto o lo otro. Nadie discute eso. Si no hay algo que te mantiene enganchado, no sería una prueba, mucho menos una lección.
La pregunta del porqué conectamos con la persona incorrecta, está clara para mí, lo que si me hizo pensar mucho este año es ¿qué hay detrás de esas conexiones emocionales? En otras palabras ¿cómo se generan esos vínculos? Como siempre, la psicología puede identificar ciertos elementos que hacen que una persona pueda conectar una o con otra. Arrancando con las cinco heridas de la infancia:
- Herida de rechazo: No aceptación por parte de los padres o de su entorno. No creen ser dignos de ser amados, falta de valoración y necesidad de reconocimiento ajeno.
- Herida de abandono: Sintió o fue carente de amor, miedo a la soledad, carencia afectiva, se aferran a quienes les muestran afecto.
- Herida de humillación: Marcadas por la desaprobación y burla real o imaginaria de los padres. Dificultades para ver sus propias virtudes, anteponen las necesidades de los demás con el fin de ganarse su afecto.
- Herida de traición: Cuando el niño/a se sintió traicionado o mentido por uno de los padres. Aislamiento y desconfianza, controladores, carácter fuerte y dominante, temor a ser engañados, comportamiento posesivo.
- Herida de injusticia: Padres autoritarios y distantes, someten sus hijos a un constante escrutinio. No importa cuánto se esfuercen, nunca es suficiente y se sienten inútiles o ineficientes. De adultos son rígidos e inflexibles, no saben pedir ayuda, ni relajarse.
Adicionalmente, estas heridas pueden traducirse más adelante en los cuatro diferentes tipos de apego (dejando de lado el “apego seguro”):
- Apego seguro: Personas activas, que actúan con confianza y con un estilo de vida independiente.
- Apego ansioso: temor a que su pareja no los ame o no les desee. Dependientes emocionales.
- Apego evitativo: Dificultad para involucrarse emocionalmente, distantes.
- Apego desorganizado: Es una mezcla entre ansioso y evitativo. Son personas que no se sienten queridas, con rabia y frustración. Anhelan una relación, pero las rechazan.
Lo que vi y experimenté con los años, es que las heridas de la infancia, como así también, los diferentes tipos de apego, pueden complementarse a sí mismos entre personas. En otras palabras, alguien con apego ansioso, puede llegar a conectar fácilmente con una persona con apego evitativo. Una persona con una herida de humillación, con otra que tiene una herida de abandono, y así sucesivamente.
Personalmente, leyendo esas definiciones de las heridas de la infancia, logré identificar dos de ellas en mí. Me ayudaron a entender por qué me atraen ciertas personas y por qué actúo de la forma en que lo hago en ciertas ocasiones. Hacer ese ejercicio, ayuda muchísimo a poner en perspectiva nuestras relaciones pasadas o la actual (si es que estamos en una). Adicionalmente, lo más probable es que luego de hacer ese ejercicio, encuentres un patrón.
En mi caso, el patrón que logré identificar (basándome en las relaciones que tuve en los últimos tres años) fue que atraía mujeres que buscaban contención, ayuda, o simplemente tenían algún tipo de carencia afectiva Ahí es donde logro identificar finalmente, que, como consecuencia de mis heridas de la infancia, inconscientemente creo que tengo que solucionar los problemas de la persona con la que estoy, poniéndome a mí en segundo lugar.
Por supuesto, esto también tiene un nombre y se llama “Síndrome del Salvador”. No voy a entrar a profundizar sobre este tema ahora mismo, porque tengo planeado dedicarle un post entero a este tema. Para resumirlo en pocas palabras, uno se hace responsable de los problemas de la otra persona, tratando de ayudar y de hacer que esa persona se sienta bien.
Suena lindo, pero esto no viene de donde tendría que venir, ya que lo hacemos para buscar validación y sentirnos dignos de ser queridos. Viene de la carencia y de la creencia que tenemos que hacernos valer de alguna forma para recibir amor. Esto no es consciente, es un mecanismo que se dispara sólo, que se repite una y otra vez, hasta hacerlo consciente.
Inclusive cuando ya lo hicimos consciente, puede seguir manifestándose. Como se dice siempre, el primer paso es reconocerlo, luego viene el trabajo. Personalmente, yo lo hice consciente este año, luego de mucho trabajo interno. Eso me llevó a un par de quiebres y aun cuando pensé que no iba a volver a pasar, tuve una lección final (espero que sea la última).
Entonces, ¿qué hacemos con estas heridas y apegos que podemos llegar a tener, que hacen que atraigamos personas que terminan siendo lecciones? Desde mi experiencia, me ayudó hacer lo siguiente:
- Identificar qué tipo de herida/s tengo
- Trabajarlo puntualmente con mi psicóloga
- Observarme a mí mismo cuando me relaciono con el sexo opuesto
No hay receta mágica y no es ciencia espacial. El proceso puede ser lento y a veces hasta sentimos que no estamos avanzando. La verdad es que, si no empezamos en algún momento a mirarnos a nosotros mismos, no podemos quejarnos de que nuestra realidad no cambie y de que sigamos atrayendo la misma persona, en cuerpos diferentes.
Conectamos con las personas que necesitábamos conectar. Sé que es una pastilla difícil de tragar cuando la experiencia fue traumática, pero si realmente observas tus relaciones, mirándote a vos mismo y sin señalar a otras personas, podes llegar a aprender mucho sobre vos mismo. Esas personas vienen a mostrarte que tenés trabajo pendiente por hacer y que el aprendizaje nunca termina.