Siempre hablamos de las expectativas que tenemos al entrar a una relación, pero ¿de dónde salen? ¿cómo se forman? ¿qué pasa cuando no son superadas o igualadas?
Cada persona parece tener una definición de lo que es el amor en las relaciones de pareja. Puede variar desde alguien que simplemente te hace compañía y compartís tiempo, hasta las mariposas en el estómago y los besos bajo la lluvia que vemos en las películas. No creo que sea posible llegar a un consenso, en cuanto a una definición oficial refiera.
Si bien no es fácil definirlo, me parece interesante compartir algunos puntos que fui observando que, según mi experiencia, influyen en lo que pensamos que es el amor y en las expectativas que generamos.
Nuestros padres
Dicen que hay una tendencia a replicar ciertos aspectos de la relación que tienen nuestros padres, en nuestras relaciones. El tema es bastante amplio y podemos extendernos en el asunto, pero básicamente es la primera relación de la cual aprendemos. Desde bebés hasta la adultez y mediana edad o más, crecemos observando a nuestros padres, es por eso, que influyen tanto en cómo nos desenvolvemos en nuestras relaciones de pareja.
Si creciste en un ambiente donde tus padres siempre fueron cariñosos entre ellos y mostraban afecto de forma regular, lo más probable es que esperes lo mismo de tu relación y de tu pareja. Caso contrario, si se dio el caso opuesto, donde tus padres eran más “compañeros de vida” que otra cosa, o se separaron, probablemente no vincules a las muestras de afecto, como algo necesario en una relación.
Podemos seguir listando ejemplos, pero a modo de sintetizarlo en pocas palabras, ciertos parámetros y expectativas de lo que tiene que ser, o no ser, la persona con la que elegimos tener una relación, están condicionados por la relación de nuestros padres.
Experiencias pasadas
Escenario A: Nunca sentiste que te enamoraste realmente. Tuviste relaciones donde te gustaba alguien, pasaban bien, cumplía con algunos requisitos de lo que esperas que sea la persona que está a tu lado, pero no sabes si te enamoraste. Me crucé con varias personas que compartieron eso conmigo y mi percepción de ellas, fue que, al no haberse enamorado nunca, su definición de lo que es el amor era bastante borrosa o simplemente no tenían una.
Al no haberlo experimentado aún todo su potencial, no pueden definirlo y tienden a confundir sus relaciones, donde a veces es simplemente un buen relacionamiento y entendimiento, con amor.
Escenario B: Tuviste una o más relaciones en el pasado, donde si te enamoraste y sentiste que el mundo llegaba a su fin cuando se acabó. Las personas que pasaron por esto tienen un poco más clara la película, en cuanto a cómo se siente estar enamorado, las emociones fuertes que genera esto y el inmenso amor que podemos llegar a sentir por una persona.
Puesto de otra forma (aunque no me guste tanto la idea de describirlo así) la vara fue fijada. Esto quiere decir que, de ahora en adelante, nos pondremos a comparar nuestras relaciones futuras, con esa donde si nos enamoramos. Si bien ya tuviste la experiencia, esto se convierte en un arma de doble filo.
Tanto el escenario A, como el escenario B tienen sus pros y sus contras. Las personas que nunca sintieron estar enamoradas, si bien pueden confundir ciertas relaciones con amor y enamoramiento, creo que de cierta forma están un poco más abiertas a la posibilidad de ver que ocurre con la persona que están saliendo. Al no tener una experiencia pasada como punto de referencia, eso les da una mayor apertura y tienden a darle una oportunidad real a la relación, sin tantas expectativas.
Por otro lado, si ya lo viviste, sabes lo que se siente, sabes qué te genera y qué esperar, esto puede jugarte en contra cuando miramos nuestras relaciones del presente o del futuro. Como mencioné antes, es muy difícil no comparar. Lo hacemos todo el tiempo con comida, objetos, viajes, trabajo y demás.
Al hacerlo con personas, esto tiende a generar expectativas. Es como entrar a una relación con un pequeño librito anotador, donde se especifica qué tiene que hacerte sentir esa persona, cómo tiene que comportarse en ciertas ocasiones y cómo esperas que evolucionen las cosas. Por eso mencioné que es un arma de doble filo. Puede sabotear relaciones que tenían el potencial de llegar a ser algo lindo, porque no se dio de la forma en la que se tenía que haber dado, según nuestra experiencia pasada.
Nuestro entorno
Si bien, esto puede jugar o no un papel importante en cómo nos desenvolvemos en las relaciones de pareja y en nuestras expectativas, tiene un cierto grado de influencia. Doy como ejemplo un grupo de amigas, donde algunas están casadas y otras con novio. Si en ese grupo está normalizado ser infiel, lo más probable es que la mayoría piense que no está mal y a que a veces eso es parte de las relaciones.
Un grupo de amigos, donde el maltrato, o ver a las mujeres como trofeos, son cosas totalmente aceptadas e instauradas en sus cabezas. No dudo que sería bastante normal para ellos ponerse nerviosos de vez en cuando, gritar, ofender y otras formas de falta de respeto. Para ellos, eso forma parte “hacerse respetar” y también de estar en una relación.
El grupo influye, porque termina normalizando ciertos comportamientos por repetición, por costumbre, hasta que nosotros mismos empezamos a adoptarlo también y se convierte en la nueva norma aceptada. Si nos ponemos un poco más profundos, vuelvo a citar a John Rohn:
“Somos el promedio de las 5 personas que nos rodean”.
Una invitación a mirar hacia adentro, a observar también a nuestro primer anillo de amigos y cómo se comportan con las personas con las que se involucran. Al final, por algo conectamos con esas personas, tienen algo nuestro en ellos y viceversa. Es por eso, que cuando vamos creciendo, aprendiendo y evolucionando, nuestro grupo se achica, se depura y finalmente nos quedamos con los amigos con los que si compartimos ciertos valores.
Personalmente, mis expectativas antes de entrar a una relación siempre fueron altas y en más ocasiones de las que pueda contar, me cuestionaron diciendo que yo espero que todo sea fácil y perfecto. Eso me invitó a reflexionar sobre mi definición del amor y sobre mis propias expectativas. Por sobre todo, de dónde salieron, y esa interrogante la pude responder identificando los tres puntos que mencioné más arriba.
Ahora, ¿qué pasa con nuestras expectativas une vez que entramos a una relación? Siempre digo que todos tenemos un checklist cuando conocemos a alguien. Este librito varía enormemente dependiendo de cada persona. Puede ir desde cosas generales y no negociables, como que no fume, hasta cosas mucho más específicas, como que no deje un vaso sucio sobre la mesa del comedor después del almuerzo.
En ocasiones, la persona que estamos conociendo cumple con todos los requisitos y el checklist es marcado de arriba a abajo, pero no nos enamoramos. No entendemos porqué, generando a veces confusión y frustración. Otras veces, llena tus expectativas, pero no al cien por ciento. Nos enamoramos de todas formas, no entendemos del todo cómo ocurrió, pero más adelante aprendemos a ceder con las cosas que no nos gustan tanto o que esperábamos de esa persona.
Lo que trato de transmitirles, es que a veces no hay reglas, que nuestro checklist es nada más que una guía para identificar que nos gustaría que tenga nuestra pareja, basado en nuestras expectativas, formadas por la relación que observamos de nuestros padres, nuestras relaciones pasadas y nuestro entorno.
Ayuda hacer el ejercicio de preguntarse a sí mismo “¿se puede trabajar en esto? ¿se puede mejorar este punto con mi ayuda? ¿realmente me importa o sólo es algo que mi entorno me dice que debe de tener?” Podemos no tener la respuesta a estas preguntas de forma inmediata, pero ayuda a ponerlo en perspectiva y con el tiempo te aseguro que vas a tener la respuesta.
Si te sirve mi experiencia, puedo decir que me enamoré tres veces en 35 años. La primera vez fue en secundaria, la segunda, apenas salí del colegio y para la tercera, me tomó casi 10 años de relacionamiento darme cuenta de que si estaba enamorado de esa persona. Mi librito de expectativas, o checklist como me gusta llamarle, no me permitía ver, ni mucho menos aceptar, que yo podía llegar a tener una relación estable con esa persona.
El mensaje final es no cerrarse a la idea de tener una relación con alguien que te gusta y por la cual estás sintiendo cosas, sólo porque sentís que no cumple con todos los requisitos. Por supuesto que están los no negociables y está genial poder identificarlos, teniéndolos siempre presentes. A lo que me refiero son a esos requisitos del librito que realmente no terminan pesando a la larga, y que, si bien, te hubiera gustado que esa persona los tenga, no los tiene.
Mi consejo, es hablar de nuestras expectativas y de nuestra idea del amor antes de empezar una relación. De tal manera a evitar malentendidos y decepciones a medida que avanza. Probablemente sea una conversación un poco incómoda, pero puede llegar a ahorrarte tiempo y malos ratos. No olvidemos tampoco mantener nuestro checklist bajo constante revisión y que eso no se convierta en un limitador, a la hora de conocer nuevas personas.